Anoche fue otra noche de insomnio. Para peor, de insomnio improductivo, o aparentemente improductivo: me quedé despierto pensando en un problema serio de mi teoría sociológica (sí, tengo mi propia teoría sociológica: escribí una tesis, el próximo año, si hay suerte, la publicaré en un libro que no se entenderá, probablemente, no hay vergüenza en decir que uno tiene una teoría). Este problema es el de la relación entre los sistemas materiales (llamados reales) y los sistemas simbólicos (llamados ideales o conceptuales). Finalmente, me quedé dormido y soñé que tenía una respuesta. El despertar fue extraño. En primer lugar, recordaba la respuesta al problema y la juzgué incorrecta y, lo que es peor, débil en términos de confrontación empírica. En segundo lugar, una voz me decía: “Mataron a Bin Laden”. Así que lo que en el sueño parecía cierto, resulto ser falso, lo que parecía parte del sueño, la noticia, resultó ser cierto. Lo que resta por saber es cuanto de verdad objetiva hay en la noticia.
A riesgo de ser tachado de defender “teorías conspirativas”, me siento incapaz de aceptar esta realidad subtitulada en la que vivimos, donde alguien muestra una imagen, otro muestra un texto y la “verdad”, en vez de construirse en la dialéctica de los hombres libres (¡epa! Un momento aristotélico), se construye en el caos de los seres necesitados de certezas y mercancías.
Como no tengo acceso a los papeles secretos del pentágono ni del departamento de estado de los estados unidos de Obama, tengo que ver las mismas noticias que las demás personas. Escucho con atención el relato del ataque al castillo de Bin Laden (la última vez se escondía en unas cuevas, ahora fue tan imbécil como para construirse un palacio) y noto que a los guionistas se les han acabado las ideas: el comando especial de los marines llegó furtivamente con dos black hawk, que esta vez no fueron derribados, y mataron al terrorista que se escondió detrás de una mujer, utilizándola como escudo humano. Una escena filmada con lo que podría ser la primera cámara digital muestra algo rojo (asumiremos que sangre) en el suelo del “palacio”, debajo de la cama nada palaciega asoma una manguera de conexión. La reconozco, es la manguera para conectar un lavarropas. A Bin Laden lo ultimaron, según parece, en la habitación de servicio. La sangre está chorreando por el suelo, no hay salpicaduras en la cama ¿con qué le habrán dado el golpe final? ¿con un hacha U.S. navy en el bajo vientre? La cámara visita la cocina, me gusta la olla de cobre, aunque la temo mala para cocinar y peor para limpiar.
Después de treinta años, las imágenes del cuerpo de Ernesto Guevara me llenaron de angustia. Ahora, salvando las diferencias, la foto de Bin Laden muerto era de mentiritas y, la cereza del postre (cereza de gelatina para un postre de plástico) su cuerpo fue inmediatamente “arrojado al mar, según las costumbres islámicas”. Puede ser, siempre y cuando las costumbres islámicas hayan sido copiadas de algún guión perdido de “Piratas del Caribe”.
La tele se inunda de imágenes del presidente Obama, seguro de haber dado la orden correcta, de recuerdos de septiembre de 2001. Vuelvo a apreciar la inmensa calidad del césped de los exteriores del pentágono, que no se marchitan ni cuando les pega un avión invisible. Sin duda aquel día pasó algo terrible, pero dudo que sepamos exactamente qué ocurrió. No tengo respuestas, ni siquiera soñadas, sólo tengo preguntas.
Mientras tanto, en España, donde yo estaba cuando cayeron las torres y donde fue el segundo gran atentado de la época, la desocupación alcanza los niveles de una verdadera crisis social: de nada valió la gran alianza de Aznar con la gran potencia de Bush. En los propios EUA la recuperación económica se debilita. ¿Alcanzará la gran noticia de que los hijos de Rambo terminaron con la gran amenaza mundial? Mientras tanto también, los bombardeos de la OTAN en Libia matan de todo menos a quien tienen que matar para terminar con el conflicto civil y nadie hace nada para aplacar la situación en Siria, aunque el gobierno israelí siempre tiene tiempo para quejarse de que los palestinos no arreglan los problemas palestinos como al gobierno israelí le parece más conveniente.
¿Cómo se espera que yo resuelva mi problema de la relación entre los sistemas materiales y los sistemas simbólicos cuando en el mundo parece que éstos últimos hacen lo único que la razón me dice que no pueden hacer: existir sin sistemas materiales que los asocien al principio de realidad?
Puedo admitir el error y decir: “es verdad ese señor saudí era responsable de lo que ocurrió en Nueva York, es verdad que lo descubrieron y lo mataron en Pakistán, es verdad que lo enterraron en el mar según las costumbres islámicas”, pero no hagan que dudar de ese teatro sea tan fácil. Tengo un conocido que puede hacer montajes mejores incluso estando drogado con engrudo mohoso.
Que viene ahora: sí, miedo por las represalias de al-qaeda, lógico. ¿Nadie tiene miedo de los Gadafistas ocultos en el central park o en la rue morgue? El propio Gadafi se les reía en la cara cuando comunicó que quienes se le oponían estaban vinculados con “la red fundamentalista de Bin Laden”. No creo que ahora ese viejo asesino y amigo de Aznar y Berlusconi (nada de lo cual es precisamente un secreto clasificado) se esté riendo mucho, si es verdad que tres nietos suyos murieron en un bombardeo.
Supongo que yo mismo debería tener miedo. ¿Alguien rastreará este cinismo subversivo y me hará pagar las consecuencias?
Los primeros en quejarse de esta hazaña deberían ser los propios pakistaníes, pues la operación se realizó en su territorio sin siquiera aviso previo (lo cual se explica sólo si se cree que el gobierno pakistaní pudiera estar ocultando información sobre el paradero del “hombre más buscado del mundo”).
Mientras tanto, sentemos otro precedente de pobreza humana: otra vez un homicidio es celebrado como un triunfo de la justicia. En vez de sentir una responsable tristeza por tener que recurrir a tales métodos, la gente agita banderas y se siente feliz por una noticia cruenta. Admito sin dudas que se llegue a los últimos extremos de romper con el tabú del homicidio cuando está siendo amenazada una vida inocente, pero no que se celebre el hecho con alegría. Si en algo estoy de acuerdo con ciertos filósofos del derecho es que el gran aporte de la modernidad al sistema jurídico está constituido por los derechos procesales. No es solamente que los derechos procesales protejan a los sospechosos: también protegen a la sociedad del ocultamiento de los procesos de represión y castigo. ¿No fue Obama quien se hizo culpable de perjurio al no limpiar la cárcel de Guantánamo? ¿Cuánta “verdad” puede haberse encontrado en la tortura y la vulneración de los derechos de las personas ingresadas allí?
Hagamos un breve repaso de lo que este “gran triunfo” oculta de lo que pasa en el mundo:
- · Cientos de millones de personas continúan subsistiendo en condición de indigencia.
- · Otros tantos están amenazados por la carencia de agua potable.
- · La explosión demográfica sigue su marcha.
- · Las expectativas de incrementar la calidad democrática no aumentan demasiado, pero aumentan las expectativas de sobreconsumo .
- · Como consecuencia, continua imparablemente el deterioro de las condiciones ecológicas.
- · La expectativa de crecimiento poblacional supone una necesidad de crear empleos que, o no podrá satisfacerse, o lo hará con empleos de baja calidad, compensados con promesas de sobreconsumo.
- · Una parte importante de la humanidad se encuentra en espacios de crisis sociopolítica donde se ven amenazadas todas las clases de derechos humanos.
- · La inestabilidad global incrementa la posibilidad de que se llegue a “soluciones extremas“, incentivadas por el incremento de la intolerancia.
- · La información circulante para tomar decisiones es de muy mala calidad, incluso para las personas no colonizadas por la estética hedonista y la moral individualista.
- · Proliferan las modas de tres días y los consumos seudo-culturales, pero la diversidad cultural (además de la biológica) está amenazada por el empobrecimiento de las relaciones sociales y la mercantilización.
- · Los sectores políticos se presentan, incluso en las democracias desarrolladas, como elites vinculadas al poder real de las grandes corporaciones, en un proceso que cuestiona toda la arquitectura de la democracia formal
En mi opinión profesional: esta breve lista, a título de ejemplos, señala que estamos en la misma sustancia de la olorosa y vieja mierda, chapoteando como bebés que no pueden tomar decisiones de ningún tipo, excepto disfrutar de lo que nos toca.
Así que, mientras aquí nos divertimos probando con la lengua y la garganta todo lo marrón que tiene el mundo, el muñeco muerto de Osama Bin Laden viene y nos roba la agenda política y social. Quiero decir: no tenemos ni el poder, ni la consciencia ni las ganas para reunirnos y decirnos: “Estos (o aquellos) son los problemas importantes que debemos discutir y resolver”. Claro, nos entendemos: están los problemas con el trabajo, el auto, los hijos, la familia, la necesidad de descansar de todo eso en compañía de nuestros quinientos amigos virtuales y del televisor. Lógico también.
Sin embargo, la última vez que miré esos hijos y esa familia, ese auto y ese trabajo transcurrían en este mundo donde pocos, y quizá nadie, utilizan el cerebro para decidir lo que se debe hacer.
Hágame caso un segundo, un segundo nada más: tóquese la nariz... sí, en serio, ¿qué le cuesta?... tóquese la nariz... ¿la siente? Es su nariz de siempre, no la de Bin Laden, ni la de Obama, lo de adentro son sus propios mocos, no sienta asco, todo el mundo tiene mocos. Ahora que tomó consciencia de su nariz, que hasta hace unos segundos estaba ahí, ignorada, en la mitad de su propia cara... ¿tanto le sorprende vivir todos los días y no sentir ni hacer nada respecto de la agenda política y social que deberíamos tener y que otros nos manejan y nos roban? Tenga cuidado, no sea que le pase lo que a veces me pasa a mí: que de tanto olvidarme de mi nariz dejo que venga algún interesado y me ponga en ella un eslabón, y en el eslabón engancha una cadena y me lleva a ver un mundo de símbolos sin sentido, para que no piense en el mundo material (que tiene símbolos con sentido) y se me ocurra preguntarme a dónde nos está llevando todo este circo.
No le digo que se olvide de sus hijos, de su auto, de su familia... le digo que tome consciencia de que los problemas no se resuelven solos, y tal vez hace falta que todos empecemos a dar una mano.
Por el momento... ¿qué voy a hacer yo? ¿Voy a colgar esta endeble denuncia que no cambiará nada? ¿Y si vienen los del pentágono para llevarme a Guantánamo?
Me acuerdo de la mirada sin vida del Che en esas fotos ya viejas, me acuerdo de la muerte de Ghandi, de la desgracia de Trotsky (la última de las cuales fue su asesinato), me acuerdo de Rosa Luxemburgo y digo: ¿me atreveré a seguir escribiendo estas cosas, ahora que el mundo se va poniendo cada vez más oscuro? Nada más fácil que decir: ¿para qué? Supongo que lo próximo que haré será borrar todo lo escrito hasta aquí.
Con algo de atraso, feliz día para todos los trabajadores y trabajadoras, aunque no sé muy bien qué carajo hay para festejar.