miércoles, 13 de mayo de 2009

Sociología y sistema: ese tema parte dos


La sociedad como sistema real muy complejo (más de lo que usted cree) y su vínculo con los demás sistemas

 

Que dejen ya mismo de leer estas líneas aquéllas personas que no comprendan que hay cosas que no pueden exponerse llanamente y de una vez. Abandonen toda esperanza de simplicidad los que entren aquí.

 

Decíamos que la sociedad humana hace algo en el mundo y que, en base a nuestra definición de que un sistema real se encuentra si algo (cualquier cosa) hace algo en el mundo real (cualquier cosa también), si definimos que significa “hacer algo” la idea de un sistema real en abstracto se verá más clara. Por supuesto, no necesitamos que “hacer algo” signifique “hacer algo de manera consciente”, sino simplemente que exista una acción que podamos percibir y describir por algún medio. Por ejemplo, la marea alta hace algo cuando sube: ocupa más playa. Para eso, lo que hizo la marea alta (lo que es la marea en nuestra percepción más inmediata) es desplazar temporalmente agua de mar unos metros más adentro del continente. Otro ejemplo, las alas del cóndor, cuando se agitan, impulsan al ave gracias a la resistencia del aire y, como contrapartida, contienen su caída cuando las extiende, planeando gracias a que esa extensión de las alas ofrece más resistencia al aire, retrasando así el efecto de la gravedad terrestre.

 

En estos, como en cualquier ejemplo de cosas que hacen cosas en el universo, hay al menos dos dimensiones que no pueden faltar: el movimiento y el tiempo. La relación entre tiempo y movimiento es absolutamente compleja, pero a nosotros aquí nos alcanzará con comprender que si algo se mueve establece una sucesión reconocible en el tiempo cuando establece un contacto con otra cosa, que actúa como referencia, incluso sin tocarse (pero especialmente cuando el contacto existe). Si algo está en el espacio vacío, sin ninguna referencia, podemos decir que se mueve a velocidades infinitas o que no se mueve en lo absoluto: para esta entidad no existe el tiempo. Así, el tiempo no es abstracto solamente, sino que son cosas pasando en relación con cosas. Al mismo tiempo, las cosas no son cosas solamente, son tiempo que va pasando.

 

Ahora bien, el otro elemento, que de ahora en más tendremos como aspecto dominante, porque ya incluye el tiempo (incluso cuando no somos conscientes de ello) es el movimiento. Todo sistema real, entonces, es algo con movimiento relativo entre partes identificadas como diferentes (aunque sean dos partículas idénticas, una ocupa una situación en el tiempo-espacio y la segunda otra, siendo cada situación relativa a la situación de la otra, y que se verifica como sistema cuando esta situación relativa cambia). Lentamente, vamos llegando al corazón de la cuestión.

 

Si una entidad se mueve, es porque su masa puede expresarse como una acumulación de energía situada en el tiempo-espacio con relación a otra masa u objeto. Entonces, todo sistema real es, en última instancia, una relación energética más o menos compleja, según sea el número y el tipo de las unidades que en él se identifiquen. No debemos olvidar que todo esto no sirve en el vacío absoluto, sino cuando nos es útil para intentar comprender las cosas. Si todo sistema real es una relación energética, podemos decir también que están vinculados (obligados, por así decirlos) con dos principios que son las dos leyes naturales más firmes que se conocen (es decir, que parecen tener menos contradicciones en la observación de la realidad). No son principios perfectos, ni eternos. Son, nada más (y nada menos) los más firmes que tenemos hoy. Estos principios son los siguientes:

 

En primer lugar, la ley de la conservación de la energía, que postula que la masa total de la energía que existe en el universo es constante, es decir, que la energía no se crea ni se destruye: cambia de lugar (por eso la importancia del movimiento), cambia de aspecto (la materia es un aspecto de la energía), a veces se esconde (en los objetos que parecen quietos e inermes. Pero no hay nada conocido que “produzca más energía”: podemos hacerla circular más rápido o concentrarla en un espacio y con un uso, pero no se “genera” más energía. Tampoco podemos hacerla desaparecer.

 

En segundo lugar, tenemos la entropía. El principio dice que la masa total de la entropía en el universo es tan constante como la masa total de energía, siendo entonces la entropía la tendencia del universo a disgregar sus componentes en elementos más básicos o, en otras palabras, los sistemas reales tienden a desaparecer. En lo que a nosotros nos interesa ahora esto implica lo siguiente: ningún sistema puede funcionar eternamente sin renovar su carga de energía, pues siempre desperdicia en su funcionamiento al menos una parte mínima de energía. Si no lo hace, tampoco puede contener más energía.

 

Como los sistemas reales son entidades que hacen cosas, en ese hacer se mueven y, al moverse, gastan energía que deben renovar o, de lo contrario, terminan por no poder seguir funcionando. Recordemos de paso que los sistemas que no son reales (las ideas, los lenguajes, la aritmética) no están sujetos directamente a las leyes de las que hablamos aquí, pero sí indirectamente, porque no existen (hasta lo que sabemos) si no son incluidos en sistemas u objetos reales (cerebros humanos, calculadoras, libros, tablas de arcilla).

 

Considerando estas características y las consecuencias de los dos principios fundamentales de los que hablamos, podemos decir que hay dos tipos de sistemas reales: aquellos que tienen su propia carga de energía y que no interactúan con otros sistemas y aquellos que sí lo hacen. Los primeros son llamados Sistemas cerrados y los segundo (alarde de imaginación científica) sistemas abiertos. Debido a la entropía, un sistema real cerrado no puede funcionar indefinidamente, tarde o temprano disipará su energía disponible y dejará de funcionar. En cambio, un sistema real abierto puede, de manera casual o no, tomar de otros sistemas energía adicional, lo cual le permite prolongar su funcionamiento (aunque si toma demasiada –en relación con su funcionamiento interno- puede terminar no controlando sus propias condiciones de circulación de energía y descomponerse). Hay sistemas reales abiertos que reciben energía de afuera pero que no pueden alterar sus condiciones internas para redirigir esa energía. Son sistemas rígidos, que aceptan o rechazan su relación con el entorno (que es siempre otro sistema o masa de energía).

 

En cambio, y esto es muy importante, hay sistemas que no sólo son capaces de recibir y asimilar la energía de la manera que es mejor para continuar su funcionamiento, sino que incluso pueden alterar sus condiciones internas para renovar su energía interna de acuerdo a la información que pueden incorporar desde el entorno. Este es uno de los tipos más complejos de sistemas (de hecho, sólo hay dos tipos más complejos todavía y de ambos deberemos tratar aquí) y, por su capacidad de auto-mantenerse y adaptarse para conseguir este mantenimiento, se los llama sistemas reales abiertos adaptables. Hay sistemas reales abiertos adaptables que se replican, es decir, hacen copias más o menos exactas de sí mismos y luego desaparecen o perviven en esa condición de replica: estos son los organismos vivientes, desde el virus más simple hasta el ser humano. Por último, hay organismos que, para vivir, combinan diferentes sistemas. Y hay al menos un sistema conocido que es capaz de crear sistemas y recrear otros organismos para perpetuar su funcionamiento.

 

Nada hay más complejo que este último sistema, porque está compuesto por los organismos más complejos y, ya lo sabrán ustedes, este sistema real abierto, auto-sustentable, adaptable y capaz de generar sistemas compuestos por sistemas reales, abiertos, auto-sustentables, adaptables, orgánicos y capaces de crear sistemas, es la sociedad humana.

 

¿Puede sorprender entonces que la relación entre la sociología y el sistema sea un maldito gran tema? El párrafo anterior da vértigo, nos sumerge en la complejidad, nos impide librarnos de ella. Para entenderlo debemos utilizar sistemas no-reales como el lenguaje, la ciencia y la lógica que sólo están disponibles en el universo en el contexto de las sociedades humanas. ¿Cómo sabemos que no es todo un invento? La respuesta es que no lo sabremos hasta que interactuemos con la realidad y veamos si estas ideas nos sirven realmente para explicarla (o construirla de manera inteligible) para interactuar con ella. Porque aquí está la fastidiosa condición de la ciencia social: es un sistema conceptual complejo creado para intentar comprender sistemas reales complejos que contienen sistemas otros sistemas conceptuales complejos, todo sobre bases de un sistema real más complejo todavía.

 

Si quieren saber cómo se comunican los sistemas sociales (¡por lo menos tenemos una definición!) con los organismos humanos... habrá que esperar la próxima entrega.

 

A. Soltonovich