lunes, 28 de septiembre de 2009

El ser humano como fractal

El caso Scuzzo: avatar.

a) Presentación: del avatar en general

Voy a hablarles hoy de un ser que existe en el símbolo y en la interacción, que posee inteligencia y creatividad, preferencias, que padece de incorruptible humanidad. No obstante, no se trata de un ser humano, sino de un avatar.
Alejada de sus orígenes simbólico-religiosos indostánicos, la expresión “avatar” refleja una trasposición de la noción de “emanación anímica” articulada con la de “presencia”, entendida esta última como una capacidad activa derivada. El avatar es algo que “está aquí” pero representando un aspecto, o una serie de aspectos, de una totalidad que se encuentra, presuntamente, en otro plano de existencia. Es, también, una conjunción del maná (o medida de la carga simbólica) personal con la posibilidad de ocultamiento. Un humano (no una deidad) crea su avatar, se expone a una parte del universo como avatar, pero también se sumerge en esta representación y, en ocasiones, se oculta en ella, sin perder nada de sí mismo.
El humano se elige a sí mismo como representación para satisfacer determinadas necesidades y permanece, por así decirlo, completamente ligado al principio de realidad: nada hay de psicótico en el comportamiento del avatar, nada hay verdaderamente de extraño, no es una forma de personalidad múltiple ni de impostación del yo. Se trata de un comportamiento cotidiano que la imaginación sociológica permite revelar. El juez que se reviste de la autoridad para juzgar no es el ser humano que juzga, sino su avatar que actúa en una parte específica del mundo de la vida en función de ese objeto integrado socialmente que es su humano de referencia. El representante (por ejemplo: un diputado) se pretende avatar de una parte del pueblo, pero no lo es, porque la representación es impostada y completamente imperfecta. El avatar no es mera representación: es proyección y emanación de esa parte de la memoria sistémica que es parte substancial de la personalidad individual.
El avatar no es simplemente un “alias”, un pseudónimo ni un nombre artístico, es algo más, es una dimensión compleja del ser que interactúa con una porción discreta pero compleja de la realidad. En este contexto, la tecnología audiovisual de intercambio de datos que es Internet le ha dado al concepto y a las prácticas del avatar una nueva presencia en la realidad cotidiana de una fracción de la humanidad.

b) Continuación: del avatar en particular

Lo visual tiene una gran importancia en esta presentación, porque el avatar que la protagoniza es un ente fundamentalmente visual, que nos presenta la labor de un ser humano. Su nombre es Scuzzo, es el avatar de un ilustrador o artista gráfico y su tarea puede rastrearse con facilidad en la red, para lo cual doy al final referencias suficientes. Omito por el momento toda consideración estética (para la cual no estoy realmente capacitado), porque no es todavía relevante.
Ocurre que Scuzzo representa para mí una oportunidad única: una vez conocí al ser humano que lo creó y, muchos años después, veo algunas de las dimensiones de ese ser humano, perfectamente reconocibles, en Scuzzo. Ha representado cierto esfuerzo concentrar la atención en el avatar, porque los recuerdos pujan por parecer reales e inmediatos. Esta es una característica de nuestra neurótica cultura cuando se transfiere como nuestras propias tensiones particulares: nos fuerza creer en una totalidad integrada que es cualquier cosa menos evidente. Objetivamente, como eventos psíquicos, los recuerdos son fantasías reconstruidas a partir de experiencias y se encuentran completamente mediatizadas por la carga psíquica subjetiva que es la experiencia anterior y la experiencia posterior.
El avatar puede omitir limpiamente algo que los humanos no hacemos: el cambio debido al paso del tiempo en la experiencia, la experiencia pasada y la antepasada. No se trata de una capacidad mágica, sino del resultado de una abstracción que hace el observador. Por ejemplo, ¿Qué significa “ver un cuadro de Goya” si Goya lleva siglos muerto? Significa que en el cuadro contemplamos una dimensión de eso que fue el Goya humano, pero que ya no puede volver a representarse en el mundo. Por el contrario, el avatar cambia, evoluciona, a veces es eliminado y reemplazado por otro, o por ninguno. No se aleja tanto de la vida humana. No obstante, el observador de Scuzzo ve una dimensión viva de un ser humano real, nunca lo duda. Podría, tal vez, tratarse de un avatar plural, colectivo, que reuniera diversas personalidades bajo una común denominación, pero el elemento humano es inextirpable de la condición de avatar.
Inevitablemente, el avatar transfiere la experiencia de aquel humano que conocí una vez (experiencia que desconozco casi por completo, es decir, que desconozco más allá de lo que el avatar revela). Me sorprende descubrir que incluso la presencia, en mi experiencia, de las personas que están más cerca también tiene mucho de avatar, están incompletas. Mi propia consciencia (eso que selecciona recuerdos y experiencias y presenta al mundo mi personalidad de diversas formas) también personifica algo incompleto: de nosotros mismos apenas contemplamos una serie limitada y necesariamente incompleta de dimensiones. Nuestra experiencia consciente se confunde con esa totalidad inasible sólo porque le damos el mismo nombre y las consideramos como una realidad integral. Y sin duda son aspectos que poseen una íntima relación, pero sólo se integran como auténtica totalidad en un plano que es ajeno a la consciencia.
Esta perspectiva existencialista encubre el verdadero argumento, que es esencialmente estructuralista. Es inevitable, porque no puedo dejar de pensar lo humano individual como parte de un sistema social, ni dejo de pensar al avatar como parte de ese sistema, que expresa una forma de integración y funcionalidad. En cualquier caso, revela que el fraccionamiento de la personalidad según sus aspectos somáticos, conscientes o inconscientes es todavía incompleta: la dimensión fragmentaria de la interacción de la memoria del sistema subjetivada en los organismos humanos es tan relevante como los aspectos mencionados.

c) El avatar en acción: ser artístico y ser personal

Lo atractivo y admirable de Scuzzo es que, con mucha frecuencia, transfiere palpables sombras de cultura rioplatense, esa actitud filosófica (que es urticantemente política, aunque el avatar y el humano renieguen de esa dimensión social) de ser lo que está por fuera de las reglas sociales de la presencia y del éxito, es una funcionalidad social basada en lo íntimo y en la derrota, que el avatar expresa como una costumbre: que su trabajo sea rechazado y que su presencia sea, paradójicamente, palpable con claridad en ese submundo de la ilustración.
En este sentido, el espacio social de la ilustración comunicada a través de la red, que es el espacio de operación de Scuzzo, integra perfectamente las características del avatar como los clubs y pubs antiguamente (allá por el siglo XX) integraban las bandas de música de diversa especie que no conseguían o se resistían a convertirse en mercancías. La pertenencia definía espacios de integración (o limitación) que son todavía perfectamente reconocibles en las relaciones que establece el avatar.
La parte principal de lo que Scuzzo muestra expresa con colores fríos una calidez basada en la luz y en el volumen, contra una temática que no quiero encasillar (porque sería injusto) pero que se envuelve permanentemente en una macabra ternura, donde la muerte (o sus subrogados eróticos) es un lugar para estar cómodo y despertar la ironía y la risa. Es una obra llena de diálogos con la cultura y con los compañeros de viaje, con el pasado y con el presente, porque muestra una erudición notoria en un terreno que es la apoteosis de los suburbios de la cultura plástica y, también, de la cultura narrativa: el comic, las películas clase “B”, las series de televisión y la órbita resistente de la ciencia ficción y la fantasía heroica.
El artista que hay detrás y alrededor de Scuzzo selecciona las fotografías de esas realidades y les imprime un sesgo irónico que muchas veces de empapa de una ternura esencial. Más que carcajadas intelectuales (casi escribo “intelectualoides”), la ilustración de Scuzzo provoca una sonrisa sorprendida y ladeada. Sus capacidades no omiten el erotismo ni el horror en estado puro, pero casi siempre en esos planos de desasosiego que producen las expresiones ligadas a los más inmediatos miedos inconscientes: los asesinos sobrenaturales con armas punzocortantes que persiguen desde ultratumba a los pasajeros de una pesadilla que, sin embargo, siempre resulta simpática y comprensible.
Los personajes flotan en un espacio que no integran realmente, como suele ocurrir en la ilustración y el humor gráfico, pero eso no deja de ser una característica política e ideológica: es una expresión de un deseo imposible, concentrado en la idea, generalmente inconsciente, de que somos capaces de controlar y manipular el contexto hasta que sólo importa lo que hacemos con sus elementos y lo que expresamos de nuestra experiencia, de tal modo que el contexto, realmente, llega a carecer de otra importancia que la de ser un fondo, una bruma coloreada. Esta es la fase de ilusión de control que domina la existencia del avatar. En el sentido del Anticristo, luchar contra la materia visual toma el resultado de una burla de la muerte y la derrota que, en última instancia, tiene por objeto controlarlas.
No importa la crítica sociológica, importa el impacto estético: personajes ajenos a la historia y llenos de volumen y claridad invaden el espacio de la realidad hasta dominarlo por completo. En las ilustraciones de Scuzzo son escasas las interacciones entre personajes (porque la interacción es el personaje en sí mismo, que es una concentración de interacciones) y el espacio libre es casi siempre escaso, el entorno se encuentra dominado por la figura en primer plano. De allí la dificultad de darles un guión a la vida de esos personajes, porque la historia se encuentra dentro de las figuras y de los meta-relatos que las integran.
Cada figura es una carta de Tarot, cargada de significación, pero que no dice gran cosa del futuro, excepto de la incómoda y vana presencia de la muerte, aunque dice mucho al presente sobre la gracia y la resistencia de los derrotados que, al final, somos todos los seres humanos, obligados por nuestra pueril mortalidad. El artista no parce completado por su obra, parece transferido a ella, con placidez, también con notable claridad conceptual y mucha elegancia, como si el trabajo no fuera trabajo y estuviera destinado a ser, pero no destinado a ser útil ni necesario sino, esencialmente, una réplica burlona del trabajo alienante.
Este avatar Scuzzo me da problemas, no sé si ha logrado revertir la alienación sin proponérselo o si se ha sumergido en ella con complaciente dignidad, maltratando a los impostores, como corresponde, al éxito y al fracaso, exactamente igual. No sé (ni me interesa realmente) si veo al avatar que es o reintegro esos recuerdos fragmentarios que hacen a lo poco que solemos registrar de la personalidad de los demás, recuerdos gastados por el desuso y la indiferencia de nuestros días.

Ayúdenme a resolver el problema visitando a Scuzzo en:

http://scuzzoblog.blogspot.com/

Vean algunas cosas que se dicen y se muestran de él en:

http://www.tintadehistorieta.com.ar/2009/02/las-tapas-ineditas-de-fierro-hoy-scuzzo.html
http://www3.rosario3.com/blogs/todoloqueveo/?p=672
http://fanzinebarricada.blogspot.com/2009/06/le-grand-scuzzo.html
http://www.siempre-historietas.com/2009/07/patoruzu-por-scuzzo.html