Todos los hombres y mujeres que fueron y serán viven el fin de los tiempos. Lo han olvidado, pero todos han vivido también el comienzo. Porque la vida de cada persona es todo su universo temporal. Incluso si aceptamos alguna doctrina de la metempsicosis o la reencarnación, nuestra vida es una y su duración única: nuestro cuerpo o nuestro espíritu en otro lugar, en otro tiempo, en otro contexto, no es la misma existencia, y mucho menos si no podemos recordar existencias pasadas, paralelas o futuras. ¡Cómo podríamos, si apenas conseguimos retener algunos trazos de nuestra vida presente en la memoria, mutilados y embellecidos, enriquecidos y afeados!
Así que aquí estamos, alejándonos del comienzo de todas las cosas y detenidos durante el instante presente y fugaz frente al fin de los tiempos, estimados, desconocidos e incluso aborrecidos contemporáneos míos. Cuando deje de escribir, cuando dejen de leer, sabremos que el camino ha seguido y seguirá su marcha. El fin no tiene por qué ser atroz (ni siquiera tiene que ser un evento importante) y sin duda no es significativo. Sólo lo que continúa y lucha por continuar es significativo, y la continuidad tiene el nombre de Esperanza, y la continuación deseada tiene todavía otro nombre: Utopía.
Experiencia literaria, introducción a la sociología de la sociedad contemporánea, información y comentario son las partes integrantes de estas crónicas.