jueves, 29 de enero de 2009

Crónicas del fin de los tiempos II: crisis económica mundial

Sí, el mundo está en crisis. recesión global, amenazas a la economía. ¿Qué significa?
Para comenzar, significa que se ha hecho sensible una nueva crisis humana. El hambre ya estaba ahí, y ha empeorado. La miseria, la violencia, los problemas medioambienales, los desplazamientos masivos de población, todos estos son también problemas con vinculaciones económicas que ya estaban allí. ¿Qué significa, entonces, que el mundo está en crisis?
Los países ricos están en crisis ahora, el resto ya lo estaba. Digo los países ricos, me corrijo: la población privilegiada que viven en esas regiones siente la crisis, desconfía del futuro y transfiere a todos su miedo.
Sepámoslo: Esta crisis económica global no es una crisis por superproducción, no es una crisis producida por incapacidad de producir alimentos suficientes, no es una crisis derivada de los cambios clímaticos. esta crisis es una crisis de confianza en la posibilidad de las empresas en seguir generando ganancias suficientes para satisfacer las exigencias y pretensiones de quienes se apropian de esas ganancias.
Esta desconfianza hace a todos clamar por la intervención del estado, para que el estado (local, nacional, mundial, cualquiera) intervenga y genere las condiciones para que se vuelvan a producir ganancias. Si eso no ocurre (nos amenazan) el mundo seguirá en recesión, no crecerá.
Pero ese discurso nos confunde a todos. Porque no hemos comprendido bien lo que significa "crecer". Crecimiento económico significa en el capitalismo que un número mayor de factores productivos y un monto mayor de fuerza de trabajo funcionen y produzcan una circulación mayor de mercancías, generando mayores ganancias.
Una pregunta más adecuada sería: ¿Realmente necesitamos seguir creciendo? ¿No sería mejor, tal vez, crecer menos y administrar mejor la riqueza que producimos actualmente? Volveremos sobre esta cuestión.
Lo que preocupa de esta crisis, como en otras, es que la recesión produce la destrucción de factores de la producción: las fábricas cierran, las empresas de comercialización de bienes ven como disminuye el tráfico, se destruyen puestos de trabajo. Con esta última destrucción el consumo cae, agravando aún más la situación.
Cuando el dinero de los sectores que tienen capital no ridne en un sitio, se desplaza a otro: otra actividad, otro banco, otra región, otro país. Y aquí está el verdadero riesgo de la crisis global: el dinero, siempre cobarde, no sabe a donde ir para no perder capacidad de rendir ganancias. Todo le parece peligroso, todo le parece temible. Los dueños de ese dinero y sus numerosos sirvientes: políticos, gerentes, asesores, todos están agitados por el miedo.
El miedo busca soluciones cuyo nivel de absurdo es directamente proporcional al nivel del miedo. Si el miedo crece, la confianza continúa cayendo, y crece la posibilidad de que los poderosos (no los débiles del mundo, no los siervos, los amos) comiencen a creer en tonterías, mesianismos, soluciones inútilmente drásticas.
¿No reconocen en estas pautas la estupidez del racismo, del nazismo, del fascismo irracional? Las manos comienzan a jugarse a doble o nada, y alcanza con que una mano se pierda para que algunos lo pierdan todo, excepto el miedo.
No es extraño suponer que las respuestas sean crecientemente violentas y hay poderosos en el mundo que recuerdan que irak nop tenía armas de destrucción masiva, pero muchos otros países sí. Si el miedo crece, alguien incluso podría "recordar" que son otros los que tienen la culpa de todo: los extranjeros (o los hijos de extranjeros), los ateos (o los religiosos), el estado terrorista o los terroristas sin estado, los verdes o los azules.
Nos dice el Fondo Monetario Internacional que esta crisis es la peor desde la segunda guerra mundial. Olvidan decirnos que esa gran guerra mundial y sus condimentos de horror empezó por unas crisis como estas y terminó, ya lo sabemos, con dos hongos nucleares en Japón.

Crónicas del fin de los tiempos I: introducción

Todos los hombres y mujeres que fueron y serán viven el fin de los tiempos. Lo han olvidado, pero todos han vivido también el comienzo. Porque la vida de cada persona es todo su universo temporal. Incluso si aceptamos alguna doctrina de la metempsicosis o la reencarnación, nuestra vida es una y su duración única: nuestro cuerpo o nuestro espíritu en otro lugar, en otro tiempo, en otro contexto, no es la misma existencia, y mucho menos si no podemos recordar existencias pasadas, paralelas o futuras. ¡Cómo podríamos, si apenas conseguimos retener algunos trazos de nuestra vida presente en la memoria, mutilados y embellecidos, enriquecidos y afeados!

Así que aquí estamos, alejándonos del comienzo de todas las cosas y detenidos durante el instante presente y fugaz frente al fin de los tiempos, estimados, desconocidos e incluso aborrecidos contemporáneos míos. Cuando deje de escribir, cuando dejen de leer, sabremos que el camino ha seguido y seguirá su marcha. El fin no tiene por qué ser atroz (ni siquiera tiene que ser un evento importante) y sin duda no es significativo. Sólo lo que continúa y lucha por continuar es significativo, y la continuidad tiene el nombre de Esperanza, y la continuación deseada tiene todavía otro nombre: Utopía.

Experiencia literaria, introducción a la sociología de la sociedad contemporánea, información y comentario son las partes integrantes de estas crónicas.